Litografía a color La vaca

Samy Benmayor Benmayor

Benmayor pertenece a la generación de 1980, conocida como Promoción 80. Esta denominación proviene de la exposición homónima realizada ese año en el Museo de Arte Contemporáneo. El grupo de estudiantes de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile que participó en la muestra incluyó a pintores como Victoria Calleja, Álvaro Cortés, Ismael Frigerio, Omar Gatica, y Jorge Tacla. Ellos estuvieron influenciados por la corriente neoexpresionista alemana.

Milan Ivelic afirma que los artistas plásticos de esta generación se mantuvieron fieles a la experimentación con la pintura, volviéndose hacia lo figurativo. Su objetivo era reivindicar la pintura frente a las prácticas neovanguardistas predominantes de la época. Esta promoción también incluyó a Carlos Maturana (Bororo), Enrique Zamudio y Matías Pinto D´Aguiar, quienes contribuyeron a la escena artística nacional de la década de 1980.

Samy destaca en su obra un fuerte tratamiento simbólico, lo que refleja su interés por recuperar el lenguaje de la pintura tradicional. En este sentido, se aparta de la tendencia conceptual, muy presente en nuestro país en esos años. Busca plasmar la subjetividad del artista, privilegiando la expresión gestual y versátil de la pintura. Sus trabajos muestran imágenes y sucesos simultáneos en un mismo espacio, creando un diálogo visual único.

Utiliza técnicas tradicionales como el óleo y el acrílico, pero también rescata la acuarela para representar gráficas infantiles. Esto aporta un tono lúdico y gestual a sus obras, que se caracterizan por su dinamismo y creatividad. Además de la pintura, Samy Benmayor también cultiva la escultura, el grabado y la fotografía.

El historiador de arte Edward Sullivan, nacido en Nueva York en 1949, ha destacado el trabajo de Benmayor. Según Sullivan, Benmayor ha sido el principal exponente de la expresión pura en el arte, por encima del discurso ideológico de otros artistas de su generación. En sus pinturas y dibujos, Benmayor fusiona lo cotidiano y lo banal con símbolos y señales crípticas, creando un lenguaje único y personal.